Karaoke Fácil

Voces Blancas

por María Beltrán

La oí primero por radio, en la Cadena Ser. Los periodistas recuerdan, compararan y ríen. Es una canción infantil. La escucho extrañada porque la interpretan niños de timbre ronco, oscuro, rozando la disfonía. Comentan que es para la tele y cumplirá la función de avisar a los críos, cuando permanecen pegados a la pantalla, que ha llegado la hora de ir a la cama. Difícil intento, en estos tiempos en que el mando y el co-mando del televisor son privilegio de la generación más joven de la casa. El regodeo y la fascinación por la imagen en movimiento, provoca renuencia del niño a abandonar la pantalla chica y a aceptar el necesario descanso.

Con la moda retro todo vuelve. Por eso reciclan la cantinela para invitar a los irreductibles de la familia, insistiendo en que ha llegado la hora del sueño reparador, y con flamante letra y melodía intentan persuadirlos. El inconsciente colectivo recupera el oxidado corrillo: "Vamos a la cama/ que hay que descansar/ para que mañana podamos madrugar". Las comparaciones son odiosas, sin embargo todos contrastamos la antigua con la nueva canción que cumple la misma función pero... la nueva nos suena a pretenciosa melodía sobrada de arreglos estilo OT, acompañando voces de niños que cantan a la manera, en el tono y con timbre de adulto. Que canten con la manera y con cierta picardía adulta "vale", pero respecto al desplazamiento de registro, es decir, a la tonalidad y al timbre impuesto a estos chiquillos, me resisto a conformarme sin exponer una inquietud.

El registro elegido para entonar la discutida melodía es ideal para una laringe adulta, grande y baja. Los niños al contrario, tienen laringe púber, pequeña aún y con sitio alto en la garganta. El tono infantil alcanza aproximadamente, una octava (8 notas) más agudo que el agudo de la mujer, y por tanto dos octavas más altas que la voz del hombre. En esos agudos pueden entonar sin problemas, sería lo natural, pero lo cultural suele tergiversar estos parámetros produciendo contra natura, una voz infantil demasiado grave y forzada, como en este caso.

Con la moda retro también renacen viejas galas: la sociedad vuelve a consentir, sin chistar, que los chavales hagan de monos de feria, con "gracias" para que el último invento de marketing funcione y venda. De la TV oficial, aquí y ahora, se puede esperar poca programación infantil valiosa y mucha copia decadente de las difusiones para adultos. Esto sería un juicio de valor y como tal discutible. Pero como docente, rechazo la desinformación, negligencia e irresponsabilidad en las producciones musicales para niños. No todo es reprochable, hay componentes emocionales valiosos: que los chicos abandonen la reunión familiar cantando, con la complicidad que otorgan los hábitos compartidos es un acierto, pero detectamos una alerta en la fonación de estos jovencitos porque se convierten en modelos públicos a imitar.

Los pequeños copian esas pautas perniciosas y al parodiar usan un sonido raspado, imitando dicha imagen vocal. Resultan patrones dañinos, al menos, desde la escucha consciente del educador de voz; del maestro de canto; del director de coros infantiles; del programador de conciertos musicales para los más pequeños. ¿Nadie busca asesoramiento de los especialistas? Se trata de entender cómo cantan "de natural" los niños. Puedo vaticinar, sin ser pitonisa, que la ronquera y el esfuerzo continuarán siendo las huellas vocales de un alto porcentaje de hispanohablantes, si persisten estos modelos públicos.

Técnicamente se desencadena lo siguiente: el tono excesivamente bajo de la canción provoca un desplazamiento de la tesitura infantil cómoda, al cantar prácticamente en los extremos graves. La voz así emitida se descoloca e inutiliza la impostación natural. El timbre (brillo y color) cambia: se pierde nitidez de vocales y la resonancia propia del tiple, el brillo de la voz blanca, así como la facilidad para abordar agudos. Cuando los niños imitar la forma de cantar de los adultos, suelen hacerlo naturalmente en un registro más agudo e incluso aunque chillen, no les afecta la fonación.

La voz infantil entrenada es el oro del sonido humano. Estimulando la cultura musical; desarrollando las sensaciones auditivas; dejando que los niños produzcan la voz con una emisión sin artificio, la identidad vocal infantil sale a flote. Los bebés hacen respiración baja, claramente diafragmática, sin manual de instrucciones saben respirar y lo hacen bien, espontáneamente. Observándolos, podemos aprender de ellos: logran berrear a decibelios que atraviesan la paciencia y los tímpanos de padres desesperados, sin que sus cuerdas vocales sufran el menor daño.

Con un entrenamiento esporádico o, si al chaval le interesa, en prácticas regulares, vocalizando y cantando en una coral infantil o como intérprete solista, el niño cantor va ampliando gradualmente sus posibilidades técnicas, lo que le permite desarrollar a la vez, cualidades interpretativas, mejorar la comunicación y revelar una expresión oral adecuada a su edad y gusto.

Cuidando estos detalles, tal vez no volvamos a oír tanto locutor nasal, tanto político sin resuello, tanto maestro disfónico, tanto doblador con pésima articulación, tanto actor de declamación opaca. Estamos llamando la atención a una forma de hablar con excesiva presencia de consonantes, que sumada al pobre protagonismo y definición de las vocales, da como resultado una dicción difusa. Son voces que en la caverna del troglodita podría impresionar, pero que entre los ruidos de la civilización no corren, mueren asfixiados. En vez de enseñar al niño a cantar como nosotros, se trataría tan solo de recuperar una extraviada impostación natural... que tal vez dormite en la casa de los niños perdidos.

Nota: Comentario crítico sobre la falta de atención a la higiene vocal de preadolescentes, falta de cuidado y mal uso de la voz infantil. Escrito por María Beltrán para CanciónArte