Karaoke Fácil

El Coach Vocal

En producción teatral, el Coach Vocal es el entrenador de la voz de los actores. En producciones musicales, quien controla y pule la emisión, afinación y matices de los cantantes, mientras preparan un nuevo repertorio, o al grabarlo en el estudio discográfico.

Director vocal de eventos puntuales, es una especie de lazarillo cultivado en el sonido humano. Intenta la comunicación diáfana para que al auditorio llegue, exactamente, lo que el mensajero vocea, ni más, ni menos.

Detectar cómo se oye desde la platea, corregir, saber escuchar y saber solucionar cualquier error de fonación, dicción o expresión sonora, es parte de este delicado oficio.

La tarea del coach suele especializarse, asumiendo la autoridad vocal de una ópera teatral, de una comedia musical, en función de teatro musical o simplemente, como director vocal de una puesta para actores. Al ser parte del equipo de producción artística, su trabajo se equipara al de los especialistas que colaboran en la obra a representar, es decir, al director, a actores, cantantes, coreógrafos y escenógrafos.

En el teatro moderno, el coach es "la oreja". La función de este maestro artesano de voz, es liberar al actor de barreras que le impiden lograr un estilo de discurso, coherente al género de la obra y a las sugerencias del director y del actor.

En conexión con el texto, el espacio y el público, optimiza la producción vocal de los personajes en el escenario. Si el actor necesita coordinar la producción del sonido, resonancias, brillo, color, volumen, tono, el coach resuelve estos aspectos técnicos, así como la precisión de vocales, el ajuste de consonantes y la calidad de la emisión.

Cuando el actor manifiesta algún vicio como nasalidad, sonido gutural, esdrujuleo, esfuerzo vocal, opacidad, falta de energía; si la voz no "corre" o cae en los finales de frase, el coach vocal apunta y corrige sobre el texto en los ensayos de voz, que serán ensayos complementarios de los generales.

Para asegurar al actor o al cantante el máximo rendimiento de su voz, trabaja el texto considerando las características del idioma o los dialectos regionales, cómo se pronuncian los extranjerismos, el nivel audible, la dicción adecuada, ajustando altura, intensidad, timbre, articulación, fraseo, acentos, ritmo del lenguaje, siempre en consonancia con el enfoque del director.

Desde el imaginario y las posibilidades físicas del artista, en los ensayos, el entrenador vocal genera estímulos para conseguir una óptima expresión oral, modulación, tempo, registro, riqueza tímbrica y sonora. La materia de su oficio son o­nomatopeyas, gritos, cantos, silbidos, susurros, titubeo, chillidos, cuchicheo, alaridos, tos, tartamudeo; reír, llorar, balbucear, mascullar, imitar voces de los otros personajes de la trama, gruñidos animales y demás gestos e inflexiones vocales motivados por la acción teatral.

Es responsabilidad suya controlar la salud vocal del actor para que en límites expresivos, la garganta no se dañe por desgarros o fatiga. Aborda el fortalecimiento laríngeo para desarrollar resistencia fonal en los ensayos.

Su escucha define la regulación respiratoria para la locución o el canto, especialmente cuando hay movimientos coreográficos demasiado exigidos para el intérprete. Una obra de larga duración (las hay de cuatro horas), o la dinámica de una puesta con diálogos y confrontaciones verbales de robusta elocuencia, suelen ser extenuantes y dejar disfónico al más entrenado de los actores si no cuida la pulsión sonora. Los monólogos sin dirección vocal, pueden finalizar con el actor ronco, hecho un estropajo de catarros y sudores.

Un coaching de voz evitaría esta hecatombe, enseñando al actor a controlar la dinámica, a administrar la pulsión escénica. Entrenar, preparar y calentar la voz, para asumir la exigencia artística con profesionalidad.

El sentimiento de track vocal en el escenario: -"no tengo voz" (hipocondría expresada por el artista con gran gesticulación, ruidos y farfullo) se supone que es fruto de inseguridad técnica, más que del maltraído miedo escénico o la falta de tablas.

Por tanto, es necesario establecer ajuste en cuanto a las funciones del coach: ¿será un colaborador, consejero, o asumirá la tarea del maestro de canto y educador de voz? Este límite conviene que se acuerde de antemano con los productores, porque el desgaste, la paciencia y las horas que hay que invertir para un alto nivel de calidad vocal, deberían ser compensados.

Como buena "oreja", tiene a su cargo cuidar los ajustes acústicos necesarios para mejorar la sonoridad del espacio donde se representa la función. Planteará el correcto diseño de máscaras, de vestuarios; el retoque de escenografía o efectos sonoros que puedan dificultar la escucha del texto y la expansión sonora del actor.

Ajustes imprescindibles para favorecer la audición del público transformado, muchas veces, en un verdadero sufridor, cuando la mala voz del actor le obliga a inclinar la cabeza para poder entender el texto, con la oreja apuntando al escenario y siguiendo la función por el rabillo del ojo.

Un público que, en cambio, al sentir las palabras moduladas, el texto claro, la caricia melodiosa del lenguaje, aplaudirá inmerso en el encantamiento de un teatro con lenguaje vivo. Pienso, recordando el "Diario de Adán y Eva", en las antológicas voces de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteiza resonando en nuestro oído, mucho tiempo después de la velada, tal vez, como chamuyo de una vivencia feliz.